martes, 13 de diciembre de 2011

(...) Creo que muchas veces me buscaba yo sola los problemas.
Quería ser perfecta, no tanto como persona (Que también) si no perfecta físicamente, a mi manera, a lo que yo entendía como perfección.
Sabía que era genéticamente imposible llegar al 1,70 siquiera al 1,60, me quedaban aún cuatro cm para alcanzarlo. Qué le vamos a hacer, contra la naturaleza... Si embargo, quería tener un cuerpo perfecto.
Para mi el cuerpo perfecto, en cuanto a mi estatura era el cuerpo que cabía (ajustadamente) en una talla 34.
Tampoco andaba yo tan lejos de mi ideal físico, podía conseguirlo fácilmente si continuaba con mi dieta equilibrada y hacía algo de ejercicio. El problema venía cuando me obsesionaba, cuando adelgazaba tanto que solo me veía engordar, cuando el espejo me hacía parecer más ancha que la realidad... Entonces comenzaba en verdadera problema, el problema que yo sola me había creado.
Lo realmente preocupante es que una chica como yo, le diese tanta importancia al exterior y no se quisiera como era.
-Mírate, eres preciosa
Comenzaba a odiar esa frase, a más la oía más en descontento me sentía y más estúpida al sentir que todo era una valoración física y nadie miraba dentro de mí.
La odiaba porque en el fondo me odiaba a mi misma. Yo, valorando lo exterior, yo, sin aceptarme, yo, saberme querer, yo, que despreciaba a quien no miraba dentro... Yo, el monstruo que yo misma era.

(...)

No dudo que a día de hoy aún desee tonificarme y que cuando llega el verano me harto de gazpacho sin pan y lechuga. Mi problema fue que nunca supe encontrar el término medio dentro de mí. Mi problema era que quería ser la mejor en todo, perfecta... Mi problema era que, aunque no lo quiero decir muy alto, tenía todo tan fácil, tan fácil, tan fácil... Que no hacía más que buscarme maneras de complicarme la vida




- No es solo que es seas preciosa, es que te quieres comer el mundo, y no te importa lo que engordes.

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