martes, 21 de enero de 2014

MG

y entonces vi que... bueno, no sé, no sé explicar muy bien qué vi, sentí o pensé, pero en ese momento entendí todo.
Estaba claro qué era, o qué había sido. La historia más cinematográfica que jamás había tenido.
Dejé de sacar relatos de vida para hacerlos actos de guiones (Acto I, II,II) Resolución, nudo, resolución, desenlace. Porque de eso iba el cine, de terminar, de concluir, fuese un final abierto o cerrado, toda película termina.
Entedí quién era, aunque me cueste admitirlo, me dolió descubrirlo por otra persona. No era quien esperaba, no era una chica formal, costumbrista, arraigada y tranquila. Era alguien totalmente diferente. Era la némesis de la propia némesis de su personaje. Era él mismo.
Era nervio, acción, reacción, bebidas sin parar, actos reflejos, y reflejos y destallos, refracción y luces, sombras y contrapicados, planos detalles, planos panorámicos de situación, siempre perdidos,calles escondidas, siempre escondidos, saltos de eje... El MacGuffin de la trama. Ríete, quizás nadie lo entienda, pero fue el MacGuffin de mi película. Algo sin lo que el guión no se podría desarrollar, pero que podría remplazarse por cualquier otro objeto.
Alguien sin el que mi historia no habría tenido sentido, pero alguien total y absolutamente remplazable.

Al MacGuffin de mi guión, gracias, capullo

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