domingo, 18 de enero de 2015

Ser Croqueta

No sé si alguna vez os habéis fijado en las croquetas. Solemos valorarlas por lo que llevan dentro.
 Las croquetas son feas, no tiene forma, adoptan colores oscuros y son, cada una, diferente de la otra, sin embargo, nos gustan por su relleno. A nadie le preocupa el exterior de la croqueta, nadie rechaza una croqueta porque sea más corta, más gorda o más delgada. No importa si son redondas , alargadas, cuadradas o rectangulares, a nadie  le preocupa el exterior de la croqueta. Quizás, si acudas a un restaurante de lujo, veas este manjar perfectamente modelado pero, las mejores croquetas, las de tu madre y las de la mía, son feas por fuera. Todas se recubren de lo mismo y, sin embargo, al morderlas y descubrir su interior, descubrir de que están hechas, se deshacen en la boca y olvidamos su deforme aspecto. Atacamos otra, otra y otra, buscamos descubrir más interiores hasta que el plato queda vacío y nuestro estómago se declara saciado. 

No sé, a veces pienso que al renacer, quisiera ser croqueta. 

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