domingo, 20 de noviembre de 2011

- ¿Y cómo piensas ganarte la vida?
- Escribiendo.
- No sabes escribir
- Si sabes eso es porque has leído algo de mi
- Claro que he leído. He oído hablar de  ti, y, para qué engañarnos, tenía interés en evaluar tu obra.
- Ha llamado obra a mis versos.
- Has llamado versos a tu palabrería.
- Cierto. Pero usted se ha referido a dicha palabrería como obra.
- ¿Has pensado alguna vez en dedicarte a la abogacía?
- Sí, pero soy demasiado vaga como para estudiar derecho
- Acabas de echar por tierra todas las pocas expectativas que tenía
- No. Usted tenía unas expectativas totalmente diferentes a las que le acabo de echar por tierra. Usted pretendía que yo viniese aquí a escuchar que no sé escribir, que soy una niñata y que lo mismo que hago yo lo puede hacer cualquiera. En definitiva, su expectativa era que yo aceptase el puesto de becaria y me hartase de traerle cafés y pasar a limpio los artículos alabando al partido que escriben sus editores, que, permítame decirle, ni ellos mismo se los creen. Pero usted se ha encontrado con alguien que ha sabido darle la vuelta a su crítica y que no ha tenido miedo de enfrentarse al que podría haber sido su jefe. Ergo, sus expectativas han ido cambiando a lo largo de esta conversación.
- ¿Y qué edad decías que tenías?
- Diecisiete señor.
- Bien, bien... ¿Sabes que no es legal que trabajes?
- ¿Está llamando usted trabajo al Arte?
- ...

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Y así, chicos es como debéis actuar para que os echen a la calle.
O puede que no

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