Las últimas ramas de Madrid, de tres años conmigo. Donde fueron y donde vienen. Las últimas páginas de mi libreta, de 900 días de vida. Ahora se tornaron perennes y el tallo crece y se espiga, se robustece cual roble. El tronco se ensancha y las raíces pensar y retuercen la tierra indomable. Ahora el árbol crece y se hace grande. Mientras, yo, pequeña y minúscula, intentando adaptarme a la figura que suscita. Quiero dejarlo crecer dentro de mí pero no hallo espacio donde acoplarle.
Entonces, me quiebra en dos y sale. Las ramas rompen mis extremidades y desbordan entre mis dedos. Ahora soy vida, ahora soy árbol. Ahora soy Daphne e imploro a Zeus volverme laurel, eterno, en la corona que se teje sobre tus rizos.
Las hojas, perennes, de una vida caduca.
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