sábado, 14 de enero de 2012

Éramos jóvenes, soñadores, con ganas de comerse al mundo y una talla 36

Aún me sorprendían cosas en él. No sé, era como si... como si nunca me fuese a cansar de verle, ni de hablarle, siempre había algo nuevo, algo que no sabía, que no me esperaba, algo que me sorprendía.

No sé, quizás era que nos parecíamos mucho, lo justo. Ambos sentíamos verdadera pasión por el Hombre y su más perfecta obra, el Arte. Ambos disfrutábamos de una tarde con cafés y bollería discutiendo sobre nuestras actitudes. Ambos podíamos olvidar lo que hubiese pasado hace unas horas y ser realmente felices.
En cortos espacios de tiempo.
En pocas veces.
Pero podíamos.


Había madurez en sus palabras, madurez y sentido común, una forma diferente y compartida de ver el mundo.
Solo que él tenía los ojos más  transparentes, brillantes y soñadores que jamás había visto.


Y cuando encuentro a alguien así me doy cuenta de lo afortunada que soy.
Gracias por poneros en mi camino.

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