domingo, 24 de junio de 2012

Capítulo D


 Empezaba el cambio.
Acabadas las obligaciones, los pesos, las cargas. Fin. Honorable, espero, fin. Y es el momento.
En las pocas semanas que empecé a cambiar mi vida, las cosas habían cuadrado a la perfección. Quizás porque yo las buscaba, quizás porque yo las sentía, quizás porque ellas lo decidieron.

Gente, de siempre y nueva, juntos. Los días que siguieron al fin de mis "placeres obligados" se presentaron con ansias de cambio, tantas ansias de cambio, que hasta cambié el documento que me identifica. Será la providencia, el destino, el karma o la casualidad. Será.

Llena de sol y, de nuevo, en el mar. aparece el ángel. De nuevo, un tercero que se plantea.
Qué minúsculo resulta, qué gracia, qué asombro, qué duda en su cara cuando no sabe dónde debe postrar sus labios al verme, qué duda, qué movimiento de cabeza más dulce y adorable. Qué pequeño es.
Pero no ha llegado su momento, no. Aún no es su hora, ni su día y, sin embargo, como el personaje más bizarro que naciese en la mente de Nabokov, me siento atraída por mostrarle, a esa "nínfula" con sexo masculino, lo poco que sé. No quiero que por esto se tome la imagen de que este joven roza la niñez, para nada, a penas nos separa un trienio de vida, pero entiendan que a estas edades un trienio es la diferencia entre la adolescencia y la juventud.

Pero esta vez no. Esta vez no hay terceros, no hay nada más que lo que yo quiera que pase. Que lo que yo quiera hacer, que el cambio que quiera dar.
Como si de una vida paralela se tratase, esta vez el tercero seré yo.

E M P E Z A B A E  L C A M B I O
e iba a aceptarlo con todas sus circuntancias

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