jueves, 1 de octubre de 2015

Y así se sucedían los días, bajo la lenta percepción de una cercana monotonía que no llegaba a imponerse. Horas de sueños sometidas a algún elixir o momentos de lucidez creados por otros tantos.
El cuerpo se asemejaba a una máquina perfecta que aún no supiere controlar. Cómo resistía  cada día, cómo llegaba a punto al siguiente, cómo cruzaba la meta en la línea de tiempo. Son cosas que aún ahora desconozco.

Algo se movía y yo era capaz de percibirlo. Formaba parte de esa traslación que días atrás me fue desconocida. Por primera vez era sol y era tierra. Había satélites y sistemas. Podía ver aurora  y nebulosa.
Subía tan alto que soñaba, ansiosa y suicida, la caída.

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