Y así se sucedían los días, bajo la lenta percepción de una cercana monotonía que no llegaba a imponerse. Horas de sueños sometidas a algún elixir o momentos de lucidez creados por otros tantos.
El cuerpo se asemejaba a una máquina perfecta que aún no supiere controlar. Cómo resistía cada día, cómo llegaba a punto al siguiente, cómo cruzaba la meta en la línea de tiempo. Son cosas que aún ahora desconozco.
Algo se movía y yo era capaz de percibirlo. Formaba parte de esa traslación que días atrás me fue desconocida. Por primera vez era sol y era tierra. Había satélites y sistemas. Podía ver aurora y nebulosa.
Subía tan alto que soñaba, ansiosa y suicida, la caída.
No hay comentarios:
Publicar un comentario