Decidí que él iba a ser mi marido. No lo decidí por lo marítimo de sus ojos, ni por lo helénico de su nariz o por la ligereza de su sonrisa, ni siquiera por lo rubicundo de su cabello ni lo apolíneo que se describía su torso.
No.
De todos estos detalles, tan visibles a los ojos de cualquier homínido sensible a la belleza, yo no me di cuenta hasta que, atendiendo a sus preguntas, balbuceé con aire risueño:
- ¡Ah! También me han publicado un libro. Hace tres años.
Por un breve instante, lo que duró su expresión de sorpresa, pude verme reflejada en su sonrisa. Y me gustó lo que vi, tanto que quise quedármelo para siempre
Fue a partir de ese momento cuando descubrí lo sublime de aquello rasgos que tenía delante. No sé describir el gesto, pero sus cejas se arquearon y algo disparó a mi interior.
- Quisiera leerlo.
Toda la vida buscando el Arte, y lo único que necesitaba era alguien que lo quisiese leer
No hay comentarios:
Publicar un comentario