jueves, 5 de abril de 2018

Volví a darme cuenta de que había caído en lo mismo.

Cuando una serie funciona bien y está programada para un número determinado de temporadas, lo mejor es no alargarla más. De hecho, y usando como referente el apoteósico final de Los Serrano, me atrevería a decir que prolongar las tramas es lo peor que puedes hacer. 

Yo, que nací para ser guionista pero me reclutaron en el lado oscuro de la producción, reconozco lo difícil de esto. Para empezar porque en este mundillo nunca viene mal cobrar un sueldo que te permita salir de los macarrones y la steimburg durante algo más de tiempo y, para seguir, porque a todos nos encanta saber que nuestro trabajo está triunfando. Vamos a decir la verdad. Ese subidón es algo no podrías pagarte en la vida, ni metiendo a Vince Gilligan en tu cocina. 

Este último, estuvo tentado por parte del diablo (O de los productores de la cadena, que vienen a ser lo mismo en ocasiones) de aumentar el número de temporadas su "Baby Blue." Lo único que extendió Vince en el tiempo fue la presencia de Jessie. Su muerte se escribió en la primera temporada y, finalmente, estuvo junto a Walt hasta el final cut. Claro que no todos los personajes con lo que te encuentras son como Jessie y, por desgracia, no siempre puedes retener a Aaron Paul a tu lado. 

Como todos los intoxicados por las series y el guión, no puedo dejar de pensar en mi vida como una selección de temporadas (y, por Dios, espero que saquen pronto el capítulo-sitcom  en que me toca la lotería) me encuentro con el problema de querer prolongar las tramas, de no asumir que hay historias verticales que se cruzan en la horizontalidad de tu objetivo y que, después de desaparecer al quinto episodio, vuelven de poco en poco para que los espectadores recuerden a ese personaje tan simpático que estuvo presente durante cuatro capítulos en en los que el protagonista fue estúpidamente feliz y, casualmente, coincidieron con las cotas más bajas de audiencia y se ganaron comentarios como "la última temporada fue mejor"o "la serie está estancada".

Decían en The Holiday (Meyers, 2006), que hay que ser protagonista de la vida propia y asumir la responsabilidad de actuar como tal y no como el amigo de este. En ocasiones, como en HIMYM, tu amigo coge más importancia que tú, hasta el punto de obnubilar completamente la trama principal, por el simple hecho de  que , de nuevo, se ha alargado la historia y tu ingenio y personalidad no dan para más cuentos.

 Al final te ves frente a una trama que debía haber durando tres temporadas menos y haberse contado en ocho capítulos más. Te creas un especial doble de cuatro horas para intentar solucionar todos los errores de casi diez años, te inventas que es posible reformular tu situación en una semana y dibujas un telón lento que cubre con  felicidad toda la escena. 
¿No sería mejor haber  gritado "CORTEN" en el momento preciso? Haber mostrado bien al público el esperado final, con detalle y elegancia, y no forzando la situación. Total, Tracy, igualmente, seguía siendo un simple pretexto, y alargar su final solo hará extender el sufrimiento para acabar, de nuevo, bajo un terraza de Nueva York, con una corneta azul, veinte años más tardes. 


Y esperar a la misma persona que llegó en el piloto.

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